Donald Trump ha revelado recientemente su ambicioso plan fiscal, que podría eximir a aproximadamente 93,2 millones de estadounidenses, es decir, cerca de la mitad del electorado estadounidense, de una parte de sus impuestos sobre la renta. Esta propuesta suscita debates apasionados sobre sus implicaciones económicas y sociales.
Una reforma fiscal revolucionaria
El plan fiscal de Trump busca transformar el sistema actual de imposición sobre la renta en un enfoque centrado en los aranceles aduaneros. Al eliminar los impuestos sobre las propinas y las prestaciones de seguridad social, espera aliviar la carga fiscal de los hogares estadounidenses. Además, Trump contempla otorgar exenciones adicionales para grupos específicos como los bomberos, los policías y el personal militar. Esta estrategia podría seducir a un amplio espectro de votantes, especialmente a aquellos que ya se benefician de estas ayudas.
Trump justifica esta reforma mencionando un regreso a un sistema económico basado en tarifas, similar al que estaba en vigor en los años 1890. Propone imponer un arancel universal del 20 % sobre todas las importaciones, con una tasa específica del 60 % para las importaciones provenientes de China. Según él, este enfoque podría generar ingresos suficientes para compensar la pérdida de ingresos fiscales debido a la exención de impuestos.
Las consecuencias económicas del plan
Aunque la propuesta de Trump pueda parecer atractiva para una gran parte de la población, plantea preocupaciones sobre sus repercusiones económicas. Según la Tax Foundation, estas medidas podrían reducir los ingresos fiscales federales en aproximadamente 3 billones de dólares entre 2025 y 2034. Un tal déficit podría tener consecuencias significativas en la financiación de los servicios públicos y los programas sociales.
El impacto de los aranceles aduaneros en la economía estadounidense también es un tema de debate. Si estas medidas están diseñadas para proteger las industrias nacionales, también podrían provocar un aumento de los precios para los consumidores. Las empresas estadounidenses podrían enfrentarse a costos más altos por sus materias primas importadas, lo que podría traducirse en una mayor inflación. Los economistas se preguntan, por lo tanto, sobre la viabilidad a largo plazo de un plan así.